Durante las pasadas semanas tuve la oportunidad de leer un artículo de lo más interesante en el periódico "El Evangelista Pentecostal" que publica la Iglesia de Dios Pentecostal MI. Región de Puerto Rico, en su edición para el Mes de Marzo 2009, bajo el título "Auge en el Pentecostalismo en el Mundo".
En el mismo, la autora Ana E. Ríos López abunda sobre unos datos fascinantes que apuntan al desarrollo de cristianos pentecostales alrededor del mundo. Por ejemplo indica como en la revista "Newsweek" en su edición del 29 de diciembre de 2008, se menciona sobre el pentecostalismo "... es el más grande y creciente movimiento cristiano desde la Reforma". Se hace mención además como se estima en más de 600 millones las personas en el mundo que profesan ser crisitanos pentecostales, "...lo que constituye el grupo de cristianos mas grande después de la iglesia Católica."
Desde su comienzo en Jerusalen en el año 30 d.c., la experiencia del Espíritu Santo en la vida del creyente y de la iglesia ha sido el motor impulsor para el evangelísmo de las naciones. No en vano Jesús le dió instrucciones especificas a sus discípulos instándoles a que no se fuesen de Jerusalen hasta que fuesen investidos de poder de lo alto (Lucas 24:49). Y les recalcó, que recibirían poder cuando viniese el Espíritu Santo, para que le fuesen testigos "... en Jerusalen, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra"(Hechos 1:8). Aunque ciertamente entre el segundo siglo hasta el evento de la reforma en el siglo 15, estuvo apagada esa llama del Espíritu Santo, vemos como desde principios del Siglo 20 vuelve a reactivarse ese "motor impulsor", por que se volvió a los fundamentos de escudriñar y enfatizar en la obra del Espíritu Santo y su importancia como ente de dirección en la encomienda de la Iglesia en la Tierra.
Pentecostés debe representar algo más que el número de personas que profesan ser pentecostales en el mundo. Hay que retomar al máximo la importancia del Espíritu Santo y su efecto en el desarrollo pleno en el ministerio de la iglesia. No podemos con ningún conocimiento secular, por bueno que sea, sustuir el poder el Espíritu Santo obrando en las almas perdidas. Pero como dijo Cristo: "...este genero no sale sino con oración y ayuno". Tenemos que valorar la persona del Espíritu Santo y darle la bienvenida a nuestra vida, y no solo como invitado, sino para que le demos el timón de nuestra vida.
Debemos dar mayor énfasis al deseo de la operación de Espíritu Santo en nuestra vida. Debemos perdirle que nos bendiga con sus dones. En fin, debemos desarrollar el hambre por su presencia en nuestra vida para que Él nos moldee, a fin de que como Pedro, podamos ser mudados en una persona llena de poder, unción y autoridad; que es lo unico que hace falta para tener éxito en la empresa de llevar este santo evangelio a toda criatura.
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